Tarjeta de Visita
Hace medio año, realicé a través de Internet, un primer encargo de tarjetas, que se saldó con catastróficos resultados en cuanto a impresión, legibilidad y acabados en los bordes.
Decidí entonces, que no volvería a encargar nada de esa índole, hasta que no pudiera controlar in situ el proceso de materialización física de las mismas, con pruebas de impresión, de color, de tipo de papel, etc.
Y esto al fin se ha producido, y ya tengo en mi poder una remesa de tarjetas.
En esto de las Business Cards,
hay peña muy creativa, y otra tanta
capaz de percibir y valorar las más nimias sutilezas. Al final, mi dilema se centró en una dura decisión: en una mano, una prueba de mi tarjeta en papel mate de 350 gramos (muy gruesa, muy sólida) y en la otra, el mismo diseño, pero en reluciente papel brillo a 250 gramos (el de más gramaje para este acabado).
No era un tema de precio, ya que me lo dejaban igual. Había que elegir entre “la exquisitez del grosor” y la calidad del acabado superficial.
Al final me decidí por lo segundo, y creo que no me arrepentiré.
Eso sí, en cuanto se me acaben (1 año largo, depende de lo que suelto que vaya con ellas), tendrá sentido volver a plantearse todo de cero, en cuanto a diseño, tipos de papel, etc.
Será el momento de volver a hacer un mundo de un rectángulo de 9x5 centímetros.