Sábado noche. Mientras el asfalto del Verde aún reflejaba un aspecto desolador de vasos de plástico y demás restos provocados por el ciclón Arctic Monkeys, yo llegaba a la tienda de campaña con la tarjeta de memoria de 4 gigas de mi Sony Dsc-R1 prácticamente llena.
Así que decido borrar algunas fotos para hacer hueco, y cuando me quiero dar cuenta, un sudor frío recorre mi cuerpo al ver que lo que acaba de hacer poseído por el automatismo, era formatear toda la tarjeta, enviando al limbo fotográfico más de 900 fotografías...
Desde ese momento hasta ahora, han pasado muchas cosas... el repaso mental a esas fotos que había hecho y que nunca más volvería a ver, lamentaciones y auto-insultos de variado pelaje, cosultas a amigos informáticos etc.
Tengo que decir que la historia, en este caso y contra todo pronótico, tiene final feliz.
Tras una tarde peléandome con hasta 5 programas de recuperación de datos, he podído resucitar todas esas instantáneas y recuerdos que se habían convertido en una maraña de ceros y unos desordenados y encerrados en poco más de un centímetro cuadrado. Me sigue pareciendo un milagro verlas ahora.
No obstante, el susto no me lo quita nadie, y como sabiamente me ha dicho hoy un amigo que gusta de hablar con frases hechas, "Hay dos clases de personas, a las que nunca les ha pasado, y a las que nunca les volverá a pasar" . Yo, ya he pasado a formar parte del segundo grupo.
Así que decido borrar algunas fotos para hacer hueco, y cuando me quiero dar cuenta, un sudor frío recorre mi cuerpo al ver que lo que acaba de hacer poseído por el automatismo, era formatear toda la tarjeta, enviando al limbo fotográfico más de 900 fotografías...
Desde ese momento hasta ahora, han pasado muchas cosas... el repaso mental a esas fotos que había hecho y que nunca más volvería a ver, lamentaciones y auto-insultos de variado pelaje, cosultas a amigos informáticos etc.
Tengo que decir que la historia, en este caso y contra todo pronótico, tiene final feliz.
Tras una tarde peléandome con hasta 5 programas de recuperación de datos, he podído resucitar todas esas instantáneas y recuerdos que se habían convertido en una maraña de ceros y unos desordenados y encerrados en poco más de un centímetro cuadrado. Me sigue pareciendo un milagro verlas ahora.
No obstante, el susto no me lo quita nadie, y como sabiamente me ha dicho hoy un amigo que gusta de hablar con frases hechas, "Hay dos clases de personas, a las que nunca les ha pasado, y a las que nunca les volverá a pasar" . Yo, ya he pasado a formar parte del segundo grupo.
1 comentario:
Claro, después de tanta juerga, tanta priva, y tanto exceso, lo mínimo que podía pasar era formatear la memoria....jajajajaja.
Un abrazo.
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